jueves, 11 de junio de 2015

Descender - La Columna de Logan.


Una vez más, la editorial norteamericana Image reclama nuestra atención, como ya lo hiciera con Invincible, The Manhattan Projects, Sex Criminals, Morning Glories o Happy!. Esta vez, el tópico es la ciencia ficción más clásica, aún cuando el título tiene apenas 4 meses en el mercado, y quienes se encargarán de entretenernos realizando las labores de guión y dibujo son ni más ni menos que Jeff Lemire y Dustin Nguyen, dos artistas provenientes del comic independiente pero que ya hace rato demostraron su valía también dentro del mercado mainstream. Pasen y lean.


Pinocchio meets Astroboy

Como he mencionado otras veces dentro de esta columna, vivimos una época gloriosa, y deberíamos tomar consciencia de este hecho, y festejar este momento. Los que pertenecen a mi generación sobrevivieron la década del ’90 y los primeros años del Siglo XXI, momentos en que dentro de los medios que disfrutamos –historieta, cine y televisión-, encontrar un producto de calidad relacionado con la fantasía y la ciencia ficción que pudiera atraparnos y emocionarnos nos significaba una tarea titánica que pocas veces daba frutos. Hoy la oferta relacionada con estos géneros dentro de cada uno de estos medios es basta y generosa, y ofrece toda una gama de aristas que son explotadas con buen pulso y mejores resultados. Una vez más, de todos modos, la ciencia ficción nos reúne bajo la premisa de la Inteligencia Artificial, tal y como sucediera con la película reseñada la semana pasada, Chappie, pero esta vez el conflicto incluye, además, un marco de space opera símil al que plantean también otros comics modernos, como por ejemplo la genial Saga del genial Brian K. Vaughan, pero con un tono un poco más opresivo y dramático.

Descender es una obra pequeña en sus comienzos, pero que tiene potencial para crecer un montón. La historia que Lemire y Nguyen nos narran nos remonta a un posible futuro en el cual la humanidad pudo conectarse con otras civilizaciones y entablar con las mismas un Consejo Galáctico Unido conformado principalmente por nueve planetas, y el disparador de la trama es un hecho misterioso que es narrado en las primeras páginas del primer número, la aparición de nueve silenciosas e imponentes criaturas robóticas gigantescas, tan grandes que podían ser visualizadas desde los cielos, en las cercanías de cada uno de los nueve planetas que lideran este consejo, mismas que de forma conjunta y calculada procedieron a poner en marcha un devastador ataque que provocó un exterminio masivo intergaláctico en cada sector, sumando la cantidad de víctimas fatales a billones de billones, para luego desaparecer sin dejar rastro. Diez años después de esta enorme tragedia estamos situados en un tiempo muy distinto al del inicio de este comic, uno en el cual producto del exterminio masivo de seres vivos por parte de máquinas se desató un resentimiento anti-robótico que desembocó en una razia espacial de estos seres artificiales, y justo en ese momento hace su aparición Tim-21, un androide de la serie “Tim” con la apariencia de un niño humano de unos 8, 9 años, que fue desarrollado con una inteligencia artificial necesaria para aprender a ser el compañero ideal de un borrego de edad análoga a la que tiene el androide. Cabe la casualidad que esta serie de criaturas, los “Tim”, luego de unos estudios que los científicos del Consejo realizaron, conservan características similares en su construcción y su “adn” que aquellos gigantes misteriosos que provocaron el holocausto masivo. Tim-21 había sido enviado a una luna que era explotada por una colonia de mineros, y había sido puesto en suspensión momentos antes de que otro tipo de tragedia golpeara este lugar, y exterminara también a todos los colonos. Cuando Tim-21 vuelve a la vida, dispara una señal de alerta que es recuperada por un grupo comando de “cazadores de robots”, pero también por un grupo de investigación del consejo, mismo que incluye al Doctor Jin Quon, el “arquitecto” que desarrolló la serie “Tim”. El remate del primer arco argumental estará puesto, entonces, en la capacidad de supervivencia de Tim-21 y su conexión con los eventos que desencadenaron la multitudinaria masacre.

El desafío

La construcción de un universo creíble y tangible a partir de la narración de una aventura mínima pero que podría tener repercusiones de escala global es uno de los desafíos más grandes que un escritor de ciencia ficción se puede proponer. Los espacios que va a tener para mostrarnos la configuración de este universo van a ser escasos, y tiene que lograr transmitir, en pocos números, una sensación de familiaridad y extrañeza, a la vez, para hacer la propuesta lo suficientemente atractiva como para que uno siga entusiasmado y enganchado con el comic. Si alguien, hoy, en este medio, está capacitado para este desafío, además del ya mencionado Vaughan, es Lemire, quien ya ha dado muestras tanto en Marvel como en D.C. de su capacidad para enfocarse en los aspectos más humanos del drama superheróico y no perder de vista el género, pero en esta ocasión, además, cuenta con un co-equiper de lujo que está realizando un trabajo espléndido: Dustin Nguyen (no confundir con el actor y artista marcial del mismo nombre) es un vietnamita que viene asomando su hocico hace un tiempo por aquí y por allá, y ha trabajado, por ejemplo, con Judd Winick en Batman, con Paul Dini en la Detective Comics y con Ed Brubaker en The Authority: Revolution, pero aquí pela chapa de ARTISTA con mayúsculas, demostrando un soberbio manejo de la narrativa y aportando un laburo exquisito de lápiz y acuarelas, que le da al comic un tono introspectivo e intimista muy particular, y que claramente sólo por el aspecto gráfico lo separa del resto. Les queda a ambos un largo camino por recorrer para sostener lo que acaban de empezar, pero con lo que han entregado lo anima a uno a apostar un par de fichas en este proyecto, como espero que ustedes sigan apostando por este sitio y esta columna, regresando la semana que viene, aquí, a Tierra Freak.
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