viernes, 8 de mayo de 2015

“Farscape” o cuando los fans ganan - El Gabinete del Dr Morholt.


Hace unos días los fans argentinos de Star Wars lograron que una multinacional como Disney cambiara la fecha de estreno de “The Force Awakens”. La empresa había anunciado que en Argentina no se iba a estrenar como en el resto del mundo, en la segunda semana de diciembre del 2015, sino el 7 de enero del 2016.

Los fans con una importante campaña en las redes sociales empujaron a Disney a que cambiara la fecha de estreno logrando que la película se estrene 1 día antes que en Estados Unidos.


Algo parecido sucedió con los fans argentinos (y latinoamericanos) de la serie “Doctor Who” para el episodio del 50º Aniversario que lograron que dicho episodio se proyecte de manera masiva en cines.

Si vamos un poco más atrás en el tiempo es conocida la historia de los fans de la serie “Jericho” que en 2007 cuando se enteraron que la misma iba a ser cancelada empezaron a mandarles nueces a las oficinas de la CBS en Nueva York y en Los Angeles. La nuez hacía referencia a un diálogo en el último capítulo cuando a uno de los protagonistas le pedían que se rindiera y él sólo contestaba “Nuts” (que se puede traducir como “locos”, pero también como “nueces”). Fueron tantos los kilos de nueces que recibieron en las oficinas de la empresa que decidieron darle una mini segunda temporada de 7 episodios… principalmente para que la gente deje de mandarles nueces.

Pero ¿a qué viene esta introducción? A que esto que puede parecer muy normal en nuestra era de la hiperconexión, tuvo su primer gran momento en el año 2002, con una internet en pañales, cuando los fans de una serie se enfrentaron a un canal para que la historia que venían viendo hacía 4 años no quedara inconclusa.

Pero para entender un poco más lo importante de esa gesta, volvamos unos años atrás, a 1999.

En el último año del siglo XX la televisión estadounidense estaba llena de series de ciencia ficción y fantasía. Al mismo tiempo teníamos dos series de Star Trek, una serie llamada “Earth: Final Conflict” basada en una idea del creador de Star Trek, una de Stargate, la última temporada de “Sliders”, la tercera de “Lexx”, la primera e infructuosa de “Crusade” (el spin-off de “Babylon 5”), la primera de “Futurama” y hasta la remake de “The Outer Limits”. Pero también teníamos “X-Files” (y todavía estaba Mulder), la última temporada del otro producto de Carter llamado “Millenium”, “Charmed”, “Xena: Warrior Princess”, “Roswell” y muchas otras que hicieron de esta época un momento idílico para cualquier nerdo.

Y en el medio de todo esto se estrenó “Farscape”.

Pero ¿qué tenía para ofrecer esta nueva serie en el espacio, de naves y razas alienígenas?
La respuesta era un nombre que estaba detrás de la serie: “Jim Henson”.

Y es que la compañía del padre de los “Muppets”, “Labyrinth” y “The Dark Crystal” quería mostrar que no sólo podía hacer fantasía, sino que esos hermosos muñecos y títeres también podían ser utilizados en la ciencia ficción.

Pero, claro, si con la tecnología que había en esa época ya nos habíamos acostumbrado a las naves y efectos  en CGI y que todos los alienígenas sean “humanoides” con alguna que otra prótesis que no afecte mucho a la actuación del actor ¿Cómo volver aceptar muñecos y efectos prácticos (muy 80s) mezclados con CGI? Complicada la situación. Si a esto le sumamos que dos de los protagonistas de la serie son directamente títeres/animatronics y un tercero tiene toda la cara llena de prótesis, el problema puede ser mayor.

Pero pasando ese pequeño escollo, haciendo ese esfuerzo que siempre hacemos cuando algo “tiene pinta de bueno” esta serie nos ofreció algo que no hizo ninguna de las anteriores series de ciencia ficción contemporáneas ni anteriores a ella.

En “Farscape” estamos realmente inmersos en un universo totalmente alienígena.

Así como el único protagonista humano, el astronauta John Crichton (interpretado por Ben Browder), quien en un experimento aeroespacial entra en un agujero de gusano y termina del otro lado del universo, nosotros nos sorprendemos a cada minuto con todo lo que nos muestra esta serie.
Porque el viaje de Crichton es nuestro viaje y los guionistas lo dejan bien en claro: el que debe adaptarse a este mundo desconocido es el humano, no los alienígenas a él. Es más, el verdadero alienígena es él. El que está desubicado, fuera de su lugar, es él. Al igual que nosotros.

Y este concepto no se muestra solamente en esos personajes extraños salidos de la factoría de Henson, sino también en que, por ejemplo, la nave es un ser viviente que vaga por el espacio y lleva a los tripulantes como si fueran parásitos que acepta en su sistema, en que la vida no es solamente a base de carne y huesos, en que el lenguaje no se entiende los primeros 10 minutos del primer capítulo y hasta en la música de presentación de la serie. Pero principalmente en la idea de que estos personajes, estos compañeros de viaje, no van a tener nunca la intención de humanizarse ni de aceptar la “american way of life”, cosa que siempre pasa con las historias de ciencia ficción del gran país del norte.

Porque, ojo, me considero un fanático de la ciencia ficción con todas las letras, pero hasta en Star Trek pasa que siempre los aliens son los que se adaptan a la forma de vida de los humanos (mucho menos en Babylon 5 y por eso la hace tan especial, pero también pasa).

En “Farscape” Crichton se encuentra perdido, en una parte del universo totalmente extraña y rodeado de seres como Zhaan, una sacerdotisa toda azul de la raza Delvian, los cuales son todos plantas a pesar de tener forma humanoide, Ka D'Argo un guerrero Luxxan de muy mal temperamento, Rygel el supuesto Dominar del imperio Hynerian que a pesar de su pequeño tamaño es el más traicionero de los protagonistas, Pilot un ser de muchos brazos que está unido a la nave sentiente Moya para juntos explorar el universo y Aeryn Sun de la raza Sebacean (que son exactamente igual a los humanos por fuera) que es una oficial renegada del ejército de los Peacekeepers.

Y es que en esta parte del universo existe esta fuerza armada de Sebaceans que se hacen llamar los Peacekeepers, y que en un momento fueron los guardaespaldas de una raza superior llamada los Peacemakers que mantenían en paz a toda la galaxia con sus poderes telepáticos especiales. El problema es que de un momento a otro los Peacemakers desaparecen y los Peacekeepers se hacen cargo de “mantener la paz”, pero como son un ejército, sólo pueden hacerlo de la manera que conocen, a través del poderío armamentístico.

Es así que el agujero de gusano en el que llega el terrícola se abre en el medio del escape de Moya y sus pasajeros de una flota Peacekeeper que los quiere hacer volver a sus celdas. Ah! Porque otra de las cuestiones en que esta serie se diferencia de todo lo anterior que hayamos visto es que todos los protagonistas son fugitivos de la ley (de los Peacekeepers) y sólo se conocen entre ellos por haber estado prisioneros juntos en la nave en la que viajan.

O sea que acá no hay una cadena de mando como en Star Trek, donde todo el mundo le hace caso a lo que dice el Capitán, ni hay un grupo unido en pos de detener al otro bando como en Star Wars y ni siquiera existe una organización que aúne a los protagonistas en, al menos, tener un mismo objetivo.

En “Farscape” los pasajeros de Moya sólo intentan evitar a los Peacekeepers en el viaje a sus hogares y familias, pero al ser de razas y mundos distintos y lejanos entre sí las cosas no salen siempre como se planean. Es decir que lo único que los une es el estar perdidos. Así como lo está el terrícola.
Pero el Comandante Bialar Crais de los Peacekeepers culpa a Chrichton de la muerte de su hermano por lo que no deja de perseguirlos a pesar de ser sólo un grupo de renegados. Los encuentros con la flota Peacekeeper se hacen cada vez más seguidos y complicados.

Con el correr de las temporadas nuevos “descastados” se unen al grupo mientras siguen intentando no toparse con la armada de policías galácticos y es así que conocemos a Chiana, una Nebari  con grandes dotes para el robo y las acrobacias que escapa del Imperio Nebari o a Stark, un Banik trastornado con la habilidad de quitarle el dolor a aquellos que están muriendo y pasando “al otro mundo” (y se entiende que teniendo esa habilidad esté un poco trastornado) o Noranti, una Traskan de 293 años que servirá como doctora y negociadora del grupo.

Pero la cosa no queda solamente en recorrer la galaxia y escapar de los Peacekeepers. Porque estos se encuentran en una especie de guerra fría con un imperio reptiloide que quieren conquistar y dominar toda la galaxia, los Scarran. Es decir que a pesar de que todo el mundo odie las metodologías de los Peacekeepers, no dejan de necesitarlos para detener el avance Scarran en sus mundos.
Mientras tanto, así como el resto de los protagonistas quieren volver a su hogar, el humano sigue intentando repetir las condiciones de su llegada y abrir un agujero de gusano que lo lleve finalmente a la Tierra.

Y acá se complica más la cuestión, porque tanto los Peacekeepers como los Scarrans se enteran de que este alienígena que dice ser de otra galaxia llegó a través de un agujero de gusano y que es un estudioso de ellos al punto de estar muy cerca de controlarlos. ¿Y qué mejor arma para ganar una guerra que poder generar agujeros de gusano a voluntad? Moya y sus pasajeros pasan a ser una presa indispensable para ganar la guerra, por lo que son buscados en toda la galaxia.

La química que se genera entre los protagonistas es perfecta porque ¿qué mejor para forjar relaciones que el saber que ese que tenés al lado es el único en el que podés confiar en toda la galaxia (incluído Rygel, en el que no confía nadie)?

Es así que, a pesar de que todos son extraños entre sí, empiezan a pensarse entre ellos como familia. Y es así que, a pesar de que nadie, salvo el espectador, entiende las referencias a la cultura pop terrícola que Chrichton utiliza todo el tiempo (y que por eso lo crean un loco), el grupo acepta que se deben defender entre ellos y, principalmente, no dejar que ni los Scarran ni los Peacekeepers obtengan la tecnología de los agujeros de gusano que el terrícola posee.

La serie se filmó en Australia y los bajos costos de producción de ese país les dio a los creadores la posibilidad de poner todo el presupuesto en más y mejores efectos prácticos, tanto explosiones, como decorados, como muñecos, títeres y animatronics. Eso hizo que “Farscape” sea para el Sci-Fi Channel el caballito de batalla para dar el salto y dejar de ser el canal que sólo pasaba capítulos viejos de “Star Trek”, “The Time Tunnel” o “The Twilight Zone” a demostrar que podía producir contenido y del bueno.

Es decir que el canal Sy-Fy (derivado del Sci-Fi Channel) y sus producciones actuales como la bizarra y aclamada (por lo bizarro) “Sharknado” o productos como “Dominion”, “Defiance” y tantas otras, son consecuencia directa del éxito de “Farscape”.

¿Cómo entender entonces que al momento de filmar el último capítulo de la 4ª temporada y estando segunda en ratings, la producción reciba la comunicación de que el canal no va a renovarla para una quinta temporada?

No fueron sólo los productores los que no entendían anda, sino también los periodistas de espectáculos, los anunciantes y, principalmente, los espectadores.

Y como dije al principio, en 2002 internet estaba en pañales. Los medios tradicionales no la entendían del todo y todavía los noticieros no llenaban su pantalla con videos de youtube o tweets de personalidades. La gente todavía se conectaba via correo electrónico y tanto el Messenger como el ICQ eran furor.

Fue entonces que en un chat con los fans el productor y el protagonista Ben Browder anunciaron que la serie no tendría una 5ª temporada y que, como se enteraron al momento de filmar el último capítulo de la 4ª, la historia quedaría inconclusa.

En ese momento empezó una campaña online, la primera, para intentar que un producto audiovisual no sea cancelado. Los enlaces a www.savefarscape.com y los slogan “I Am Farscape” o “Save Farscape” inundaron internet. A las redacciones de los diarios llegaban imágenes por correo electrónico con las caras de los personajes con el slogan “Wanted: Farscape season 5” (“Buscado: 5ª temporada de Farscape”) y hasta videos de gente en la calle que decía “I am Farscape” y luego la petición formal a Sci-Fi Channel.

Tanto fue la repercusión que la CNN tuvo segmentos donde se habló de “la furia de los fans” donde remarcaban cómo no se entendía que una compañía no quisiera ganar dinero y sacara del mercado un producto que tenía tantos consumidores.

Y los fans lo lograron… o al menos lograron algo. Porque durante dos años y gracias a esa presión, el canal guardó las escenografías, los vestuarios, las prótesis y la utilería y no los mandó a destruir como se hace normalmente, en espera de que algún inversor llegara para que Farscape tuviera una 5ª temporada.

Dos años. Dos años con los productores buscando inversores, dos años con los protagonistas apareciendo en todas las convenciones habidas y por haber y el público preguntándoles cuándo volvía “Farscape”. Dos años de silencio.

A finales del 2003 Brian Henson, co-productor de la serie, logra obtener el dinero para comprarle al Sci-Fi Channel los derechos y empieza en ese momento a filmarse la miniserie “Farscape: The Peacekeeper Wars” dirigida por él y con todo el cast original.

En estas dos horas, que pueden verse como los últimos dos capítulos de la serie o como un telefilm aparte, se le da un cierre a la historia. Un cierre que, obviamente es apresurado y con pequeñas diferencias con respecto a ciertos efectos, maquillajes y locaciones, todo totalmente entendible luego de dos años de parate.

Sin embargo la historia cierra bien. Cierra como los fans esperaban que cerrara. Quizás en agradecimiento por el esfuerzo que hicieron con la campaña, quizás sólo porque estaban en la misma sintonía que los creadores, pero cierra como debía cerrar.

Esto hace que “Farscape” sea un viaje hermoso, adulto, divertido, complicado a veces, pero que reta al espectador a hacer un esfuerzo y no aceptar todo masticado, con historias profundas y puestas en escena muy jugadas para la época.

Una historia por la que vale la pena pelear.
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